El dualismo Yin-Yang, una de las bases del taoísmo, divide el Universo en dos energías básicas que se interrelacionan entre sí creando el ritmo de la vida. La antigua tradición china bautizó la energía masculina como Yang y la femenina como Yin.Yin se refiere a todo aquello que existe en el Universo bajo el signo de lo femenino y del ritmo noc-
turno de la Naturaleza, a todo lo que tiene cualidades receptivas y también a lo que se retrae temporalmente para crecer en profundidad, al igual que el embrión en el útero.
También se asocia a lo terrenal, pero no con una connotación negativa: el cielo es Yang
y la tierra es Yin. La mujer siempre ha estado estrechamente ligada a la tierra y a la Naturaleza, por eso las ha cuidado y cultivado. La mujer también toma sus fuerzas de las profundidades de la tierra y se con-vierte así en el recipiente de la humanidad capaz de albergar dentro de sí nueva vida.
Energía Yin
Algunos elementos
Éstos son algunos de los elementos que, según la tradición china, tienen energía Yin:
– La noche.
– La Luna.
– El agua.
– La humedad.
2 – La luna y la mujer, energía reciclable
La Luna y el Sol fueron las primeras referencias del hombre primitivo para medir el tiempo y para representar a la Divinidad. Al Sol se le atribuyeron cualidades masculinas y a la Luna un rol femenino, tal vez porque este último astro y la mujer tienen un ciclo idéntico, de carácter circular, que se regenera a sí mismo. Los ciclos menstrual y lunar tienen una duración similar aproximadamente 28 días.
La energía femenina funciona de un modo muy parecido a como lo hacen estos ciclos. Cuando sufren una debacle en su vida, las mujeres tienden a repetir un patrón de «eterno retorno» para regenerarse. Muchas regresan a su antiguo hogar, cerca de su madre, para recuperarse. La madre, para otra mujer, es el punto de referencia, el origen. La mujer vuelve a su fuente de fertilidad para recuperar la suya propia.
En el libro Mujeres que corren con los lobos la doctora Clarissa Pinkola Estés se refiere a este hecho como «la vuelta a casa». Puede ser un retorno físico o espiritual; en este último supuesto la «casa» es aquélla que la mujer custodia dentro de sí. En la astrología el hogar está simbolizado por Cáncer, que es el signo de la Luna.
La energía masculina se regenera de forma similar, tal como lo refleja el caso de Ulises. Al final de su larga odisea, el héroe regresa a casa para reunirse con Penélope, la tejedora del tiempo, que conserva intacta su belleza. No es casual que Penélope esté tejiendo y destejiendo el mismo tapiz. La tejeduría está presente en diversas cosmogonías como símbolo de la Luna, que teje el destino y el tiempo. En la mitología griega existían unas figuras femeninas, las moiras, que tejían el destino de los humanos. Por eso tejer y destejer forma parte de una alegoría que refleja la danza cósmica del tiempo y la energía lunar.
Secretos de hilandera
Ritos iniciáticos de carácter erótico
Las hilanderas, custodias de los ritos de antiguas sociedades secretas femeninas, eran transmisoras de conocimientos de tipo místico y mágico. Las costureras ancianas iniciaban a las jóvenes en el arte de hilar, pero también las instruían en danzas y rituales femeninos
con connotaciones eróticas.
3 – La diosa triple
La representación tripartita de la esencia femenina probablemente tiene su origen en la primitiva cultura indoeuropea, que se inició a finales del Neolítico y finalizó hace más de 4.000 años al dispersarse por Europa y Asia occidental.
Las diosas triples simbolizan las tres fuerzas femeninas: la capacidad de crear o facilitar el paso a otro estado (nacimiento), la de destruir y la llave del conocimiento.
Estas tres fuerzas equivalen a tres funciones básicas: nutritiva (fertilidad, trabajo y alimentación), guerrera (destrucción y defensa) y soberana (poder y magia).
Otra triple imagen femenina es la de las tres edades de la mujer -niña, adulta y anciana-, que proliferó especialmente en las pinturas medievales. Está muy relacionada, una vez mas, con las distintas fases lunares: la Luna nueva (símbolo de nacimiento y crecimiento) la Luna llena (plenitud, fertilidad y amor) y la Luna vieja (magia, adivinación y muerte).
Las mujeres desarrollan estas tres facetas a lo largo de su vida. Son mágicas porque saben encontrar respuestas de un modo intuitivo y poseen una fortaleza capaz de asombrar a cualquiera.
Custodian la sabiduría como si fueran depositarias de una llave «mágica» cuya existencia desconocen. Es decir, las mujeres «saben», pero «no saben lo que saben» porque su conocimiento no brota de la lógica. En un nivel más trascendente hablaríamos de la energía cósmica de la Gran Diosa, cuya fuerza se asocia al dominio de lo supraconsciente y al despertar de la kundalini.
El poder destructor de la mujer está muy relacionado con el misterio de la energía sexual femenina, que puede expresarse de modo creativo o destructivo. La mujer es la madre, pero también es la muerte porque tiene la facultad de dar o de quitar la vida tanto en el sentido físico como en el espiritual. Es -como la de la diosa hindú Kali- una puerta de vida y muerte.
Artemisa
Creación, destrucción y magia
La cosmovisión de la diosa triple se encuentra muy bien ilustrada en la cultura grecorromana en diosas como Hécate o Artemisa (Diana). En Artemisa, la diosa cazadora, se reflejan las tres facetas diferenciadas. Por un lado, es una diosa virgen que ayuda a las embarazadas y parturientas. En su cara destructiva, es una magnífica cazadora, despiadada con aquéllos que la ofenden. Por lo que se refiere a su aspecto mágico, se cree que
Artemisa era también Hécate, la maga a la que se recurría para resolver encrucijadas difíciles, cuya imagen solía encontrarse en las bifurcaciones de los caminos
4 – Custodia del Misterio
No es casual que la presencia femenina haya inspirado grandes temas del arte y de la literatura. La energía femenina, de tipo negativo-pasivo según la tradición, se considera el complemento indispensable para insuflar vida a la creación concebida por un hombre. Una obra acabada, sea espiritual o artística, necesita su polo complementario porque el movimiento Yang, expansivo, sólo se concibe si le precede el Yin, de recogimiento.
Y el recogimiento implica silencio… El mismo silencio que alimenta el misterio.
Las «musas» representan el estímulo de la creatividad y la inspiración. La tradición esotérica presenta nueve musas, número mágico que remite a la trinidad: tres veces tres. Son las encargadas de iniciar al hombre en la armonía permanente del Universo, en la música de las esferas reservada a los místicos y a los genios más sensibles, quienes, por ello, son capaces de acceder al sonido celestial. Las musas son también las hijas de la «Memoria», por lo que posibilitan que el alma recuerde su condición superior, su origen divino.
En la tradición antigua la mujer es también la clave del tránsito o la portadora del enigma.
El enigma más famoso es el planteado por la esfinge, un ser monstruoso que la mitología griega presenta con cabeza de mujer, cuerpo de león y alas de águila. Sólo Edipo fue capaz de resolverlo, consiguiendo así erigirse en rey de Tebas.
En las distintas tradiciones hay también otros enigmas y otros tránsitos en los que la mujer inicia e instruye en la sexualidad, y por ello se la asocia a las reservas de poder. Así, en las antiguas escrituras chinas la mujer es representada como guardiana de los secretos sexuales y de la fuente suprema de la energía vital.
También en las iniciaciones secretas hay un papel clave reservado a la mujer: el de guardiana de los símbolos sagrados. Es el caso de la maga Medea, gracias a la cual los argonautas consiguen acceder al Vellocino de Oro. o de las hespéridos, hijas de Atlas y custodias del árbol de las manzanas de oro. Por su parte, en las leyendas medievales de connotaciones iniciáticas la mujer custodia asimismo los símbolos. De este modo, la «Doncella del Grial», la reina Repanse de Schoye, es quien resguarda la ansiade reliquia envuelta en un paño de seda verde.
«Inspiración»… ¿divina?
Cada artista con su musa
Muchos artistas han alumbrado sus mejores creaciones gracias a la inspiración de una musa. La obra de Dante se inspiró en su platónico amor a Beatriz; Da Vinci alcanzó la celebridad con la Mona Lisa y el Taj-Mahal es un mausoleo que se erigió por amor a una mujer.
5 – El milagro de generar vida
Uno de los grandes papeles de la mujer es el de ser madre. Por eso recae en ella la responsabilidad de la continuidad de la especie. Según afirma el experto en mitología Joseph Campbell, la mujer detento un poder superior al del hombre en algunas sociedades primitivas debido a su capacidad de procrear y de cultivar la tierra.
La energía de la mujer-madre esta representada por la Gran Madre, un arquetipo de la fertilidad vinculado a la Madre Tierra, la madre nutricia de la humanidad. La Gran Madre no debe confundirse con la Gran Diosa, pues ambas representan aspectos muy diferentes de la energía femenina. Comparten los mismos símbolos y rituales, pero responden a verdades trascendentes muy distintas.
La Gran Madre remite a una capacidad de fecundidad de proporciones cósmicas y se materializa en diosas como Gea, la mujer del titán Urano, cuyo único cometido era alumbrar incansablemente a los numerosos hijos del dios celeste. También la hallamos en otras diosas vinculadas a la agricultura, como Deméter, pues, asi como la Tierra genera vida a través de sus frutos, la mujer genera vida a través de su vientre. Por eso Deméter era a la vez la diosa del grano y madre. Los cultos primitivos a la Gran Madre incluían sacrificios humanos como una forma de retribuir a la Tierra lo que ésta daba a los hombres para alimentarse. Del mismo modo que la semilla hunde sus raices en la tierra para florecer, el útero materno es un recipiente en el que se fecunda y «germina» un ser humano. Esta asociación, que data del Neolítico, ha influido profundamente en la cultura y en la religión a (o largo de miles de años. Por eso la mujer fértil ha sido celebrada en todas las sociedades, mientras que la estéril ha sido rechazada como una tierra yerma, hasta el punto de ser repudiada y ajusticiada en algunos casos.
La mujer fértil, madre y por tanto creadora de vida, es representada como aquélla que mueve energías positivas: un ser luminoso, consorte del dios solar. En nuestra sociedad actual este arquetipo continua estando muy arraigado, ya que durante milenios la mujer-madre ha sido símbolo de luz y vida, mientras que la estéril lo ha sido de oscuridad y muerte. Basta fijarse en la más que elocuente expresión «dar a luz». Además, una nueva vida no deja de ser un milagro, algo maravilloso que tiene lugar dentro del cuerpo de una mujer.
La Emperatriz…
… y la Trinidad
En el tarot, la Madre está representada por la carta de La Emperatriz, una mujer embarazada a la cual se le supone un consorte. El Emperador. El tres, número correspondiente a este arcano, es el número de la Trinidad, de la realización divina y humana. El hijo simboliza la unión de los dos polos -masculino y femenino-, el intercambio de las dos grandes fuerzas cósmicas.
6 – El lado «oscuro» o telúrico femenino
Durante milenios las mujeres se encargaron de las tareas agrícolas, lo cual les proporcionó un amplio conocimiento de los ritmos naturales. De ahí su estrecha relación con las fuerzas telúricas de la Naturaleza.
Un animal muy unido a la tierra y con fuertes connotaciones mágicas es la serpiente, estrechamente vinculada a la mujer en distintas culturas orientales y occidentales: la sakti hindú, la diosa de las serpientes micénica, la Medusa helénica o la bíblica Eva. Pero la serpiente es también un símbolo fálico -es decir, de poder-, así como un arquetipo del conocimiento y del Árbol de la Vida. Mujer y serpiente representan por tanto a las fuerzas
subterráneas que -de nuevo- nos remiten al reino de lo oscuro.
Las cualidades de «luminosidad» u «oscuridad» femeninas tienen mucho más que ver con la esencia de la mujer que con su apariencia. En este contexto, la magia se asocia con ese «lado oscuro» y telúrico femenino que tiene su origen en rituales agrícolas vinculados a la fertilidad. Debido a esto no fue difícil que la figura de la antigua hechicera, o mujer practicante de mancias y magia, pasara a ser asimilada por la figura de bruja en la Edad Media, un estereotipo que terminó aglutinando también a practicantes de la Cábala, los ritos paganos o la medicina natural. La bruja medieval fue un colectivo estigmatizado y demonizado cuyas prácticas se consideraban malleficium.
La pareja infernal
En el reino de Hades
La mujer «oscura», telúrica, se representa como la consorte de un dios también subterráneo, que nos conduce a un mismo y temido arquetipo: Hades, Plutón o Satán.
7 – El poder de Venus
El erotismo es uno de los grandes poderes femeninos. La irradiación del amor-atracción y la gracia femenina están simbolizadas por las diosas Venus y Afrodita. Según la escritora y especialista junguiana Jean Shinoda Bolen, las mujeres que tienen activada la esencia de Afrodita gozan de un gran magnetismo y son cálidas en su trato. También poseen una gran energía creativa, resultan muy cautivadoras y tienen una gran facilidad para el intercambio. Poseen un aura luminosa, la «luz dorada» de Afrodita, que intensifica las experiencias sensoriales.
La encarnación pura de la esencia venusina se encuentra en mujeres instruidas en el arte del goce sensual: las geishas, las hetairas, las cortesanas… Todas ellas estaban formadas en la danza, la conversación, la mímica sensual y el cultivo del misterio. También en algunas sociedades secretas femeninas se han transmitido técnicas específicas para estimular el placer y los sentidos más allá del goce físico, como las danzas rituales de fertilidad, cuya función era conectar a la mujer con la tierra y con la energía divina femenina. Estos bailes evolucionaron hacia danzas eróticas, como el Raks Sharki o danza oriental, en la actualidad más conocida como danza del vientre.
La experiencia sexual tiene unas connotaciones místicas en algunas culturas orientales. Para el tantrismo, la mujer es una discipula aventajada. Y en la tradición china se afirma que la mujer contiene un caudal de esencia Yin ilimitado, que se activa con la excitación sexual. Por eso el orgasmo femenino potencia la energía vital (chi) y prolonga la juventud en la mujer. En cambio el hombre posee una energía Yang mensurable y limitada -el esperma-, lo cual otorga a la mujer un mayor poder en el terreno amoroso.
La danza del vientre
Erotismo y energía sexual
El Raks Sharki, danza oriental o danza del vientre es uno de los bailes más antiguos del mundo y tiene influencias del norte de África y de Oriente Próximo. Se trata de una danza erótica que conecta a la mujer con las energías de la tierra y cuyo centro de gravedad y de sensualidad es el ombligo. Sus característicos movimientos pélvicos activan los chakras inferiores, beneficiando a los órganos reproductores femeninos. En la actualidad esta danza ha sido incorporada a las prácticas que la mujer está recuperando para sintonizarse con su energía sexual.
8 – El sexo «maldito»
La vivencia femenina del sexo, especialmente el hecho de que el orgasmo femenino pueda multiplicarse en un mismo arto sin debilitar por ello a la mujer, es algo que ha intrigado tradicionalmente al hombre.
La cultura occidental, y en especial la tradición católica, ha insistido en considerar el sexo una práctica pecaminosa. De ahí su empeño en castrar, al menos simbólicamente, la capacidad de goce de la mujer y en denigrar el poder de la energía sexual femenina, considerándola injustamente un elemento debilitador de la fe, la moral y la fortaleza masculinas.
En la Edad Media diversas sociedades secretas masculinas insistían en la pureza y en el celibato, hasta el punto de evitar el trato con mujeres. Los templarios y los cataros ensalzaron el valor de la castidad como sinónimo de la pureza del espíritu. Por si fuera poco, la tradición judeo-cristiana está plagada de figuras femeninas pavorosas y demoníacas, como Lilith, la mujer que no quería estar debajo de Adán y reivindicaba su derecho a controlar el acto sexual. Desató la ira de Dios, que la condenó al mundo de las sombras.
La imagen de la diosa del sexo que lleva a la perdición, la femme fatale, reaparece en la época moderna bajo la figura de Mata Hari, que además de bella y libidinosa fue espía durante la I Guerra Mundial. Su trágico final repite el castigo bíblico: fue descubierta y ejecutada.
Pero la naturaleza femenina ha desarrollado un tipo de fuerza psíquica para defenderse de estos ataques, ya que se encuentra en inferioridad de condiciones en lo que a fortaleza física se refiere. Por eso, no hay nada que un hombre tema más que a una mujer despechada: sabe que su frustración puede transformarse en una energía de gran potencia. Los mitos muestran a mujeres aterradoras, como Medea, que abrasó a su rival con un vestido mágico y mató a sus propios hijos en un intento de destruir a Jasón, su marido infiel. Este pasaje ha dado nombre al «complejo de Medea», referido a mujeres que asesinan a sus hijos para vengarse de su pareja. Por no hablar de la «viuda negra», un arquetipo del poder destructor femenino capaz de aniquilar a cuantos hombres atrapa en sus redes, apoderándose de sus bienes y de su energía vital.
Éstos son productos culturales que se van actualizando y modificando según las modas, pero siempre prevalece el mismo mensaje: cólera terrible que provoca destrucción y muerte. Para muestra, la película Atracción fatal, donde la «mala» arquetípica toma la forma de una ejecutiva de éxito.
Mujer y serpiente
Algunas similitudes
La mujer y la serpiente forman una pareja ancestral, curiosa en la apariencia y muy interesante en el fondo.
Ambas son temidas por las mismas razones: por su silencio y por sus imprevistos ataques. También ambas tienen la capacidad regeneradora de mudar su piel, física o psíquica. La mujer conoce el secreto de la danza de la vida/muerte/vida y ese dominio inspira temor. Y. por último, las emociones femeninas pueden ser insondables y persistentes, capaces de derribar cualquier obstáculo.
9 – Intuición… ¿femenina?
La intuición, un tipo de inteligencia que obtiene respuestas a través de un cauce menos lógico o convencional que el que utilizamos habitualmente, no es patrimonio exclusivo de un sexo. Pero sí existe una intuición típicamente femenina, que es a la que se refiere la sabiduría popular y que define la capacidad innata de las
mujeres para captar los estados de ánimo ajenos, las atmósferas o ambientes, o para detectar peligros. La intuición femenina tiene una connotación emocional, ya que su naturaleza es receptiva, y por ello es más empática que la del hombre.
A las mujeres se les atribuye el llamado «pensamiento en red», gracias al cual toman en consideración todos los detalles acerca de una cuestión y son capaces de gestionar varias cosas a la vez. Durante milenios, la mujer ha desarrollado técnicas de supervivencia distintas a las del hombre y por eso ha aprendido a captar las pequeñas señales que le permiten salir airosa de situaciones difíciles.
Por otro lado, la mujer es madre, y de ella ha dependido siempre la supervivencia de su progenie en los primeros años de vida, cuando los bebés son más vulnerables. Ese instinto de protección le ha permitido desarrollar una capacidad especial para detectar posibles amenazas, hasta el punto de llegar a intuir los accidentes o la muerte de un hijo adulto que se encuentra a miles de kilómetros de distancia. Una cualidad que comparte con las hembras de otras especies, que en ocasiones también presienten, de modo inexplicable, el peligro que amenaza a sus crías.
Hombres más intuitivos
La clave no esta en el sexo
Durante años se creyó que los hombres tenían más desarrollado el hemisferio cerebral izquierdo o lógico y las mujeres, el derecho u holístico -responsable de la intuición-. Sin embargo, hoy sabemos que el predominio de uno u otro hemisferio no está determinado por el sexo, sino por el tipo de actividad, educación y estilo de vida. No es de extrañar, por tanto, que un estudio realizado en 2005 por la Universidad de Hertfordshire (Reino Unido) concluyera que en los últimos años los cambios en los hábitos masculinos han contribuido a un mayor desarrollo de la intuición en el hombre.
10- Madurez y sabiduría
Las brujas, mujeres maduras conocedoras de los secretos de la Naturaleza y del alma humana que han dejado atrás su edad fértil, podrían haber sido la réplica femenina del anciano sabio, pero los prejuicios misóginos las transformaron en mujeres sospechosas, resentidas y estériles. Sin embargo, una mirada más profunda nos revela no sólo que la bruja está siempre presente en los cuentos y leyendas iniciáticos, sino que constituye la clave del tránsito a un estado de conciencia superior: la bruja de Hansel y Gretel o la de Blancanieves rompen para siempre con la ingenuidad infantil de los protagonistas de estas historias. Y es que la mujer vieja o sabia
es el símbolo del entendimiento y de la sabiduría instintiva, la misma que hace que, cuando una mujer deja de ser fértil, dirija su energía hacia la fuerza interior, subterránea. Por eso, más que reverenciada, ha sido injustamente temida. ¿Prejuicios culturales tal vez?
Un arquetipo negativo…
… que comienza a cambiar
No hace falta ir muy lejos para comprobar cómo influye el patrón de la sabiduría femenina en la sociedad actual. Un estudio realizado en el Reino Unido entre 900 personas, y publicado en el Sunday Times a principios de 2005, concluyó que las mujeres inteligentes tienen más dificultades para casarse, concretamente un 40% menos de posibilidades que los hombres con un cociente intelectual alto. La inteligencia es una cualidad atractiva, al igual que el conocimiento dado por la experiencia, pero si los patrones culturales la visten de madrastra amargada, anciana jorobada o mujer castradora es lógico que infunda miedo. Afortunadamente, estos arquetipos están empezando a caer en desuso.
Tomado de la web